Como he comentado en muchas
ocasiones, la macrobiótica no es tan solo una forma de cocinar o alimentarse,
es un “DO”, palabra japonesa que refiere a una senda o camino filosófico que
una determinada persona toma a lo largo de su vida, dando este sentido a la
misma.
En el momento en que nos
iniciamos en la macrobiótica, también nos adentramos a su vez en la vía de la
auto observación, la expansión de nuestra conciencia y como diríamos en el budismo zen, el
hacernos íntimos con nosotros mismos. Sin duda toda una declaración de
intenciones, que parte de la comprensión del universo, así como del lugar que
nosotros ocupamos en el mismo. Un universo que no entiende de supremacías,
postulados dualistas, ni escalas preferenciales, ya que todos somos parte del
mismo y sólo tras la armonía que representa la unidad, podemos hallar lo que
Ohsawa apodó como “libertad
infinita”.
Pero como sucede en todos los
caminos, cada persona esta en un punto determinado del mismo, puesto que todos
estamos en un momento diferente de nuestra expansión de la conciencia u
experiencia existencial. Unos justo comienzan a dar los primeros pasos,
mientras que otros, hace ya mucho que partieron a través del mismo, quedando
finalmente aquellos que por una razón u otra, se detuvieron en algún punto de
su camino y en cualquier momento podrían reanudar su marcha o permanecer
inmóviles durante un tiempo indefinido.
Incluso algunos, cuando ya pensaban que tenían una gran distancia
recorrida, de pronto descubren que casi no se han movido del punto de partida,
provocándoles esto, una gran paradoja seguida de una profunda reflexión
interior, que les lleva replantear el rumbo de sus futuros nuevos pasos.
En definitiva, aunque mis
palabras puedan sonar algo confusas, lo que quiero intentar transmitiros, es
que a pesar de que vivimos en un mundo disfrazado mediante unos valores que
sólo obedecen al consumismo y la veneración del “yo”, existe algo mucho más
profundo, que todos portamos en nuestro interior, capaz de quedarse sólo con
esta frágil e ilusoria visión de nuestra realidad, nuestra conciencia.
A través de la misma, podemos
alcanzar una plenitud que lo abarca todo sin necesidad de obtener nada. Por que
en si misma ya es una expresión plena de aquello que necesitamos para ser
felices, adquiriendo una comprensión adecuada de todo lo que emerge a nuestro
alrededor.
Pero como comenté antes, no todos
estamos en el mismo nivel de conciencia, y no por ello unos son más que otros,
ya que la vida es un profundo aprendizaje, y como en todo aprendizaje, todos
hemos de atravesar las diferentes etapas que lo componen, independientemente
del tiempo que necesitemos en cada una de ellas, puesto que finalmente, todos
acabaremos convergiendo en el mismo punto.
Georges Ohsawa, estaba convencido
de que la macrobiótica, también estaba ligada a los diferentes estados de
nuestra conciencia, por ello estudió cada una de las diferentes etapas que se
daban en estos estados, clasificándolos piramidalmente en lo que más tarde
llamaría “ Las siete etapas del juicio”. Según él, todos atravesamos todas y
cada una de estas etapas, aunque finalmente independientemente del tiempo que
necesitemos para superar cada una de ellas, todos deberíamos alcanzar el nivel
más alto “el juicio supremo”, siendo este el que nos conecta con la auténtica
felicidad y nuestra verdadera naturaleza, lejana de nuestra mente ordinaria.
Aquí os resumo algunas características de los diferentes juicios que atravesamos a lo largo de nuestras vidas, con la intención de que cada persona, pueda ubicarse dentro de la etapa que resuene más en su interior y reflexionar sobre su nivel de conciencia y sentido existencial.
Aquí os resumo algunas características de los diferentes juicios que atravesamos a lo largo de nuestras vidas, con la intención de que cada persona, pueda ubicarse dentro de la etapa que resuene más en su interior y reflexionar sobre su nivel de conciencia y sentido existencial.
PRIMERA ETAPA- EL JUICIO MECÁNICO
Es un juicio que se edifica desde los reflejos, no desde el intelecto ni el pensamiento. Siendo este juicio el más parecido al que podemos observar en un recién nacido, donde el mismo no se cuestiona nada, actuando siempre de forma puramente mecánica o en respuesta a un determinado estímulo.
Desde la macrobiótica, podríamos identificar esta etapa de forma muy similar, producto de aquellas personas que caminan siempre junto al resto de la sociedad, sin preguntarse ni cuestionarse nada, sólo siguen el cauce de un río que les transporta a través de la periferia de una aparente plenitud, carente de fundamento alguno.
Ohsawa decía que las personas que vivían esclavas de trabajos que no les hacían felices, estaban clasificadas en este juicio mecánico.
Más centrado en la alimentación, también se trataría de una alimentación superficial, donde lejos de escuchar las necesidades de nuestro organismo, nos limitamos a beber porque tenemos sed y a comer cuando tenemos hambre, siguiendo nuevamente una conducta puramente mecánica.
SEGUNDA ETAPA- EL JUICIO SENSORIAL
En esta etapa del juicio, descubrimos el mundo, alzándose desde nuestros sentidos, observando a su vez como un sin fin de nuevas percepciones se materializan en nuestras vidas, meciéndose a manos de la dualidad. Aquello que nos gusta y aquello que no nos gusta, nos impulsa a un juicio constante, donde la elección siempre es un punto álgido en nuestra forma de comportarnos, ver y sentir.
Es un juicio que brota hacia el exterior, sin albergar grandes conocimientos ni planteamientos, sólo descubrir y experimentar.
Las Personas que se encuentran en esta etapa, a menudo son presas de la gula, alimentándose de forma compulsiva y golosa.
TERCERA ETAPA- EL JUICIO SENTIMENTAL
Llegados a este nivel, el recién nacido comprende la importancia de la figura paterna y materna, creando así un lazo sentimental. Todo entonces se rige desde las emociones creadas a partir de dicho vínculo.
Nuestra alimentación se vuelve más refinada y selecta, como si de un gourmet se tratara, pero siempre en compañía de familiares o amigos.
CUARTA ETAPA- EL JUICIO INTELECTUAL
Ahora todo en nuestras vidas toma un sentido profundamente intelectual, así como nuestra alimentación, basada en diferentes teorías que nos empujan a alimentarnos de una forma u otra.
Así que nos dejamos llevar por una teoría nutricional y establecemos una serie de creencias a partir de la misma, configurando de forma muy técnica y calculadora nuestra alimentación.
Las personas que se pasan el día obsesionadas con la cantidad de calorías que necesitan, el si han ingerido pocas o muchas proteínas, o si quizás pueden andar justos de alguna vitamina, suelen ser prisioneros de este juicio intelectual, que sin saberlo les aleja de la verdadera plenitud.
QUINTA ETAPA- EL JUICIO SOCIAL
En esta etapa del juicio nos acogemos a una serie de valores morales, donde nuestra visión deja de estar fijada sólo en nosotros mismos y se proyecta de una forma global. Partiendo de una conciencia basada en la igualdad y el bienestar social.
Nuestra alimentación también se transforma tomando una conducta más conformista, que no pretende destacar, sino ser uno más.
A diferencia del juicio mecánico, donde las personas se venden e infravaloran, aquí todo parte de la convicción y la voluntad.
SEXTA ETAPA- EL JUICIO IDEOLÓGICO
Cruzando esta nueva etapa, hayamos al filósofo y pensador, que busca constantemente el sentido de su existencia, desde una óptica espiritual y filosófica.
El sentido de su alimentación, está proporcionado por su vía de conocimiento, que sigue con detenimiento y profundidad durante cada instante de su vida.
Dentro de la alimentación, tan solo busca lo indispensable y necesario para seguir su ideal, aspecto que en muchas ocasiones conduce hacia el fanatismo y la carencia de una percepción más amplia.
SÉPTIMA ETAPA- EL JUICIO SUPREMO
El juicio supremo o lo que en el budismo zen llamaríamos "satori", es el más elevado de todos los niveles de conciencia, aquel que nos conduce hacia la libertad infinita, siempre a manos de la comprensión de todos los fenómenos que interactúan en el universo.
A través de la macrobiótica, podemos alcanzar esta etapa y vivir desde la plenitud, la aceptación y la no dualidad. De esta forma, ya no sentimos miedo a la enfermedad, puesto que la misma es una parte de nuestra vida, así que nos limitamos a observarla, comprenderla y tratarla, como una parte intrínseca de nuestra existencia. Sólo de esta forma, podemos sanarnos sin necesidad de acudir a los fármacos u otros remedios nocivos para nuestro organismo.
A su vez este juicio nos muestra la senda hacia la divinidad, puesto que todos podemos ser divinos y vivir desde las más perfecta armonía con la naturaleza y el resto de seres vivos que comparten su vida con nosotros.
En cuanto a nuestra alimentación, el juicio supremo nos enseña a comer aquello que deseemos siempre que apliquemos los principios unificadores de yin y yang. Nada está realmente prohibido, y en dicha libertad reside la base de esta formad de entender la vida. En definitiva, una vía hacia el amor universal y el bienestar más preciado para nuestro cuerpo y mente.
Gassho!
Sergi Gámez